domingo, 13 de mayo de 2012


Desde que esta serie de Hanna Barbera se estreno en 1966 hasta el dia de hoy fue un éxito. La historia nos trae a un matrimonio de clase media en la edad de piedra. Podemos ver las cosas que van pasando desde Pedro haciéndose el enfermo para no ir a un teatro e irse a jugar a los bolos hasta los diferentes problemas de trabajo que tiene. Su cómplice en todas sus aventuras es su mejor amigo Pablo. Sus esposas son un poco mas ubicadas que ellos dos y siempre de alguna forma u otra terminan pasando vergüenza por culpa de ellos. La mascota de los Picapiedras es un dinosaurio llamado Dino y con el correr de la serie tuvieron una hija llamada Pebbles. En cuanto a los Marmol ellos también tienen un hijo(adoptado) llamado Bam Bam, se llama así debido a que es lo único que sabe decir y también tiene una gran fuerza. Ambas familias son vecinas en la ciudad de Rocadura.
Algunas frases típicas de este programa son el conocido Yabba-dabba-doo, o el YA CÁLLATE ENANO!! o también el clásico grito de pedro llamando a su esposa gritando WILMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!. 
  • Debido al éxito del programa salieron varias series diferentes como por ejemplo El show de Pebbels y Bam Bam o Los pequeños Picapiedras pero ninguno se acerco al éxito de la película original. También esta saga tuvo dos peliculas "Los Picapiedras" y "Los Picapiedras en Rock Vegas", la primera dirigida por Steven Spielberg fue un verdadero éxito pero la segunda fue un rotundo fracaso.
Los Picapiedras tienen el honor de ser la serie de animación mas larga abarcando el periodo de 1966 hasta 1997 junto a los Simpsons, que probablemente logren romper su record. En definitiva una serie que marco historia en el mundo de la animación cuyo nivel de importancia se lo puede comparar con los famosos Simpsons

Talleres de madres e hijas, nos plantea diversas situaciones, a las que por cierto llama “malas historias”:

a) El abandono, la ausencia o la indiferencia de la madre en forma permanente.
b) La competencia constante con la hija.
c) La intromisión constante en la vida de la hija.
d) Los vínculos “vampíricos” donde la madre vive a expensas de la hija.
e) La descalificación.
Revisemos cada una de ellas:
El abandono, la ausencia o la indiferencia de la madre en forma permanente, el olvido de sus obligaciones o el descuido impiden que se dé la “simbiosis” natural de la hija con la madre; es decir, el vínculo de intimidad, de confianza básica, de desvanecimiento de los límites personales en las primeras etapas del desarrollo humano. Gracias a ella, existe posteriormente diferenciación e individualización. Si no hay madre (real o sustituta), esa experiencia de ser amados incondicionalmente, de ser uno con otro, no existe y luego la buscamos de la peor manera, pagando el precio que nos pidan. Cabe mencionar que los motivos por lo que este abandono se dé pueden ser múltiples: depresión, trastornos psíquicos, situaciones críticas (migraciones, accidentes, pérdida de la libertad), turbulencias familiares, drogas, alcoholismo, etc., que provoquen una desconexión y la pérdida del contacto genuino o profundo.
La competencia constante con la hija, el compararse siempre con ella y demostrarle que es más inteligente, más deseable o más bella, según sea el valor que predomine en el otorgamiento del poder; reclamos incesantes, ataques a la felicidad de la hija, planteos de rivalidad con el padre, entre otros, provocan que se establezca desde la madre una polaridad de buena-mala que prevalece a lo largo de toda la relación, desencadenándose la envidia y los celos entre ambas. Asimilar esta rivalidad y envidia de la madre es difícil, no siempre se hace de forma consciente, pero, al ocupar más espacio que otros aspectos de la vida, tiene indudablemente un efecto destructivo.
La intromisión constante en la vida de la hija se da debido a que la “simbiosis” no se rompe y no se tolera que la hija cuestione o rompa con la forma en que se da la relación. Las consecuencias son el infantilismo crónico, la inmadurez. Es la madre sobre protectora, solícita hasta el aturdimiento, la que todo resuelve, hasta la mínima dificultad, fóbica a todo lo nuevo (amistades, actividades fuera del entorno más cercano, ideas). Se “desvive” por su hija; no tiene vida propia y por ello vive la de la hija. Por su parte, ésta cree no poder vivir sin la madre, la trae a su casa o vive con ella;, es exageradamente miedosa.
Paradójicamente, la hija crece y se desarrolla con la desaparición de la madre, o cuando decide expulsarla o relegarla a un rincón de su vida.
Los vínculos “vampíricos” —donde la madre vive a expensas de la hija— pueden darse porque la madre tiene a la hija de rehén escudada en una enfermedad psíquica o somática real o fantaseada. Son madres débiles, dependientes; depositan en la hija deberes o responsabilidades que ellas no asumen (cuidado de otros hijos, de enfermos, de sus padres, etc.). La capacidad de la hija se magnifica, pues desde muy temprana edad debe hacer frente a grandes problemas y situaciones, hacerse cargo de otros, mantener la organización doméstica, sostener emocionalmente a los padres. Se le culpa ante cada oportunidad de vida independiente con otra persona.
Este nivel de exigencia para la hija la priva de vivir su niñez, la convierte en modelo de vida de sacrificio y sobre adaptación, lo que provoca en ella serias afecciones psicosomáticas.
La descalificación, la crítica constante por exigencias desmedidas en diferentes áreas de desempeño (escolar, comportamiento, inteligencia, aptitudes, belleza, amistades, etc.), provocadas, la mayor parte de las veces, por la insuficiente valoración personal de la madre que se proyecta en la hija, atrofia la autoestima de la hija, haciéndola sentir insegura, poco valiosa.
Todos estos tipos de relaciones son inalienables; es decir, se dan en mayor o menor medida en el vínculo que se establece entre madre e hija; la intensidad o estereotipia de alguno de los rasgos, en el sentido de no poderlos reconocer y se impida la capacidad de cambio y evolución, hará más o menos saludable la relación.
Las “buenas historias”, haciendo referencia a Arribillaga, son aquellas que, pasando por innumerables vicisitudes de amor, aceptación, encuentros y desencuentros, logran crear condiciones de aprendizaje para ambas partes y de confianza en los propios alcances.
Para maternar se requiere de una alta capacidad de entrega, de discernimiento entre las propias vivencias y las de los hijos, de conciencia de las diferencias entre éstos y sus distintas necesidades físicas, psicológicas y espirituales. Y, aun así, se transitará siempre por situaciones donde por un lado estarán los juicios de valor cultural que nos indican cómo se es una buena madre y por el otro nuestra naturaleza humana, nuestros problemas y contradicciones, nuestros sentimientos.
Será más fácil lograr el equilibrio desarrollando nuestro sí mismo, ese sí mismo que se formó en el estrecho contacto con nuestra madre, con su amor y cuidados. Dejemos que viva lo que nos diferencia de nuestras madres sin borrar lo que nos hace semejantes a ella. Reconozcamos nuestro origen, veamos en nuestras madres a una mujer, con todo lo que ello implica, y enseñemos a nuestras hijas —si las tenemos— a vernos como tales. La relación entre madre e hija puede ser una de las más hermosas que experimentemos en nuestra vida, y es una de las más intensas, profundas y complejas del ser humano.

sábado, 12 de mayo de 2012

Cartica para mi Mama.

A mi Viejita


Venga mi viejita, venga aquí, a mi lado,
Quiero que charlemos de cosas, de historias...
las tuyas, las mías, las bellas, las otras... las cosas del alma.
Observo tu pelo color gris plateado,
refleja los años, los años pasados…
Mira esas arrugas, testigos del tiempo...cada una de ellas conoce su dueño...
dime, Viejecita, ¿cuál será la mía?
Sírvame otro mate, con esas manitas…
ellas son las mismas que me acariciaban...
las que me mecían, las que me abrigaban...
las que cocinaban la mejor comida…
y las que arreglaban mi ropa estropeada...
hoy están cansadas, y tímidamente recorren mi rostro,
que apenas distinguen tus pesados ojos...
esos ojos lindos, esos ojos puros...
llenos de esperanzas... colmados de asombro…
Ellos descubrían mi alma apenada,
mis luchas, secretos, angustias. Silencios.
Tú siempre supiste lenguajes del alma...
ése que hoy me sirve para hablar contigo...
el que siempre ayuda a decir las cosas que salen de adentro...
que vienen del cielo... que huelen a limpio... que saben a dulce...
Te veo encorvada, tu espalda pequeña,
tus hombros caídos, tu cintura breve,
el paso es más lento, y tu voz bajita…
¡pero eso qué importa, terminaste tu obra...
tiene treinta años...o quince o cincuenta...eso es lo que cuenta .
No... no apure su paso... hoy no es necesario...
Ya todo está hecho, la mesa está puesta... la ventana abierta...
¿Y sabe una cosa?... le traje unas rosas...
las que le gustaban... las rojas, las blancas,
tráigame un florero, en él las pondremos…
y cuando se sequen guárdelas con celo,
en aquel librito en donde guardaba las rosas del Viejo...
Vamos a la mesa, ya todos te esperan...
hoy eres la reina...del día la dueña
Como dueña eres de toda esa historia...
historia que todos también somos parte.
Todos los que estamos y los que se fueron...
Aquí está su copa...tómela en sus manos
y brinde conmigo, con ellos con todos…
Venga mi Viejita, siéntese a mi lado sigamos hablando...